Andrés Pérez, profesor de Projazz debutó como director Musical del mega evento “Tres Tenores”
Hay muchos “yo nunca había” en esta experiencia artística del evento “Tres Tenores” Nunca había dirigido cantantes líricos en este contexto de ópera, solo cuando fui director musical de “El mago de Oz” me tocó trabajar con cantantes líricos. ¡Tampoco nunca había tocado en un cementerio! Y nunca había dirigido una orquesta de cámara, con todas las formalidades y el repertorio que los caracteriza. Para mí ha sido una oportunidad y un aprendizaje.
¿Cómo armaste esta mega producción?
Llevamos más de dos meses en el montaje. La productora a cargo me transmitió el concepto del evento, que era abrir el espacio del cementerio como instancia cultural nueva para que la comunidad tuviese cercanía con música de alto nivel: la gente comúnmente
no tiene la posibilidad de estar en contacto con una orquesta de cámara de 19 músicos y tenores de esta calidad.
También vamos a invitar a un coro de niños de Huechuraba. Muchos de esos niños quieren dedicarse a la música, así es que yo creo los va a marcar esta experiencia de interactuar con una orquesta, tener feedback con músicos profesionales, y en un evento de esta magnitud.
Tuve la suerte que Macarena Ferrer, concertino de la Filarmónica y esposa de Gerhard Mornhinweg (ex vicerrector académico de Projazz) me ayudó a armar la orquesta. Yo le dije “recomiéndame a los mejores”. En esta orquesta hay hartos músicos rusos, ingleses,
polacos. Ya hemos hecho un par de ensayos de sección (cañas, cuerdas). Ensayamos en el teatro Diana, la producción ha sido excelente, muy profesionales, nos han dado todas las facilidades y los recursos para que el resultado sea impecable.
Este nuevo desafío, ¿cómo marca tu carrera artística?
Cuando me presentaron por primera vez el proyecto, la verdad es que estaba súper nervioso, casi como asustado. Ahora lo encuentro entretenido. Cuando dije sí, me entregué a un juego, que es como yo veo la música, vinculado al concepto “play”. Y también hay un proceso de aprendizaje que hay que disfrutar. Yo me siento como un cabro chico, aprendiendo cosas nuevas.
Esta es una oportunidad que nos da la vida, el medio y en particular las personas que confían en tu trabajo. Tengo mucha suerte.
También participaste activamente en las clínicas de los músicos de Marsalis (19 y 20 de marzo, Teatro Municipal)
Lo he comentado con muchos colegas con quienes tuvimos la suerte de estar en todas las clínicas de trombón, trompeta, saxofón, en la clínica de ensayo de big band y hasta en el ensayo general: la conclusión es que la visita de estos músicos tan talentosos y humildes cambió para siempre el paradigma artístico y técnico de todos los que asistimos.
Todos los músicos que vinieron junto a Wynton Marsalis en la Jazz at Lincoln Center Orchestra vienen girando en el mundo hace mucho rato, están presentes en los discos de jazz más importantes que se graban hoy en día y están escribiendo la historia de la música. Son tipos que tú los ves activos, que todos los meses arman repertorios nuevos, componen ellos mismos… ¿tú te imaginas lo difícil que es componer para una big band, todos los meses? Entonces, cuando llegan a un país como este, uno los ve como súper estrellas pero los tipos son muy relajados, se desprenden del ego y comparten.
Personalmente, y también para los integrantes de la “Mapocho Orquesta”*, fue una inyección descomunal de energía: de hecho, ahora todos los ensayos y hasta nuestra formación en el escenario cambió. Lo mismo que nos decían los músicos de Marsalis nos lo venía diciendo Carmelo Bustos desde que éramos chicos: “tocar y trabajar nota a nota desde el swing, desde el espíritu y el corazón”.
Esta ha sido la clínica, lejos, más potente a la que he asistido en mi vida. Los músicos eran sequísimos. Por ejemplo, hubo un ensayo de una fila de saxos.
Y el primer alto es el líder de su fila, lo mismo el primer trompeta y el primer trombón con sus filas. Normalmente el pianista o el bajista es el líder de la base. Si yo, como líder, hago una cuenta a mis colegas así (Andrés cuenta casi susurrando): “uno, dos, un-dostres”, mi fila va a sonar con esa misma falta de energía. El saxofonista de la Lincoln Center se detenía hasta en esos detalles: “¡No, tú tienes que calentarte con este swing, tienes que calentar a tus compañeros!”, que sientan esa energía para que se contagien. Después el tipo pescó el saxofón y, obviamente leyendo a primera vista, dirigió la fila de saxofones de la Projazz Big Band y los cabros al tiro tocaron diferente, inmediatamente se notó el cambio del líder en el sonido y en la energía.
Una de las frases que nos marcó fue la pregunta de uno de los saxofonistas: “¿Estamos nosotros preparados para entender el mensaje de la música?”.