Pese a su buen momento, el cine chileno está todavía lejos de ser una industria y sus mujeres, minoritarias, luchan por hacerse un hueco en un universo masculino que a menudo las discrimina, destacaron algunas de ellas en Toulouse.De los 46 filmes de ficción y documentales chilenos que salieron en salas el año pasado, solamente 10 estaban dirigidos por mujeres.
Pero sus largometrajes están encontrando cabida en festivales como Cannes (“Los perros”, de Marcela Said) y San Sebastián (“Princesita”, de Marialy Rivas).
Said, la también directora Claudia Huaiquimilla (“Mala junta”), la actriz Paulina García (“Gloria”) y la montadora Andrea Chignoli (“La novia del desierto”) explicaron este jueves por la noche en el marco del festival de Cinelatino de Toulouse cómo lograron dedicarse al cine en un país donde las escuelas especializadas empezaron a crearse recién en los años 1990 y de qué manera se puede avanzar hacia la igualdad.
Marcela Said
“Crecí en una familia muy machista. No fui a la escuela de cine porque mi padre se oponía”.
Por eso estudió sin entusiasmo literatura inglesa y luego filosofía estética, donde descubrió obras maestras como las de Roman Polanski y Wim Wenders.
“Quería irme del país, Chile era muy conservador y yo no me ceñía a las convenciones”. Como asistente de fotografía llegó a París y “se enamoró” de la ciudad.
Ahí empezó con documentales. “Tenía mucha rabia dentro y me interesaba la política”, explicó Said.
“Antes me avergonzaba de no haber hecho una escuela, ahora sé que eso me da una libertad total”. Instalada en Francia, Said exige una igualdad de sueldos y que no se cuestione su capacidad para rodar “películas de acción” por ser mujer.
Claudia Huaiquimilla
Huaiquimilla, cuyo padre es mapuche, creció con “dos visiones del mundo muy distintas”.
Su madre la envió a un “colegio de monjas cristianas para señoritas”, donde los cursos de historia eran muy diferentes a lo que se enseñaban en casa.
Ella le traía las películas “pirateadas” que habían ganado en Cannes y la Berlinale. Contrajo una gran deuda para estudiar cine, “algo que no fue muy bien recibido” por su familia.
Allí, contó con el espaldarazo de su profesor de ficción para convertirse en directora. “Aunque no se dice abiertamente, las escuelas de cine no alientan a las mujeres a serlo”.
Aboga por “educar” a los hombres que trabajan en los estudios de grabación, donde “un director que repite mucho las cosas es perfeccionista, pero si es una directora no sabe lo que está buscando”.
Paulina García
Mientras cursaba artes plásticas, para “lo que no servía”, según contó, organizó con sus amigos un “café concierto”, donde inventó un personaje, “Pamelita”, para la que cada vez escribía más historias.
“Un día un amigo me dijo ‘ahora tomátelo en serio y ponte a estudiar actuación»”.
Quedó quinta en el examen de ingreso y desde entonces “supo que ese era el lenguaje que debería haber aprendido siempre”.
Asegura no tener conocimiento de historias de acoso sexual en el cine chileno – “sí en el teatro” -, y subraya que ha rechazado papeles porque menoscababan a la mujer.
Andrea Chignoli
Empezó de manera autodidacta, como muchos profesionales del cine que evolucionaron en un “espíritu de colaboración” entre documental y ficción y que existe todavía en Chile, donde hay pocos técnicos.
Estudió luego en Estados Unidos, donde muchos le preguntaban porqué en el cine latinoamericano siempre había prostitutas y la mujer tenía un segundo rol. Pero, afortunadamente, ahora “hasta los hombres han cambiado en cuanto a las temáticas”.
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