Hace cinco años, la directora del Festival Puerto de Ideas, Chantal Signorio, fue a la casa del físico y matemático Eric Goles para invitarlo a la primera edición de ese evento en Antofagasta. “Eric, unos cuatro meses antes cuéntanos qué charla vas a hacer para que veamos qué material audiovisual necesitas, porque los científicos requieren parafernalia”, le dijo ella, según recuerda él. El comentario fue un golpe en el ego de Goles: “Me piqué porque no tengo miedo a mandarme un toyo en un escenario delante de 500 personas”, dice el Premio Nacional de Ciencias Exactas 1993. “‘Mira, Chantal -le dije, farsante-, no te preocupes, voy a contar un cuento y sólo quiero una sala grande y un sillón para sentarme’. Honestamente, no tenía idea qué cuento, pero como me taimé le dije eso”.
Pasó el tiempo y Goles ni se acordó de que debía preparar algo. Sólo poco antes del evento se le ocurrió contar la historia de Kurt Gödel, un matemático nacido en 1906 en el imperio austro-húngaro del que Goles había escuchado por primera vez cuando era alumno de un curso de Lógica en la U. de Chile a comienzos de los 70. “Es un tremendo matemático y sus resultados me impresionan, y además es un personaje de mucha humanidad. Podríamos pensar que es un nerd metido en su cuento pero nada que ver; es capaz de enamorarse perdidamente de Adele, que era una cabaretera de una boîte de mala muerte de Viena de los años 30, de modo que tiene de dulce y agraz. Como diría Nicanor Parra, un embutido de ángel y bestia”.
En Puerto Ideas, el ex conductor del programa de ciencia Enlacesimprovisó casi una hora sobre Gödel y las matemáticas. Al final sacó aplausos. Repitió la fórmula en eventos en Santiago y Temuco, también con éxito. Entonces, su pareja le sugirió que convirtiera su improvisación en un monólogo teatral. Ese intento terminó convertido en la novela La conspiración de Babel (2018, LOM), su segunda incursión en la ficción después de El zapato perdido de la Marilyn (2008, LOM).
-¿Entonces esta novela nació de una pataleta?
-Sí, claro. Lo que viene de antes es que me gusta escribir y contar toyos, pero así nace un poema o una novela: te impresiona una cosa y escribes.
-¿Cómo fue el tránsito de matemático a novelista?
-Fue pasar de un extremo a otro, pero en mi caso no fue tan dramático porque vengo de una familia de artistas.
Los artistas son su padre, José Goles, un músico que ganó el Festival de Viña del Mar en los 60 y que compuso la popular tonada del Pobre Pollo; y su madre, la Meche Chacc, una reconocida actriz de teatro antofagastina: “Allá es conocida como la loca Meche. Va a cumplir 91 años y estaba en las tablas hasta hace un año”.
Explica Goles: “Yo era bueno para las matemáticas en el colegio, pero nunca dejé de tener inquietudes literarias. Desde que tengo uso de razón he sido un gran, gran lector, leo de chincol a jote. Leía de una manera omnívora y la lectura está cerca de la creación literaria. Para mí, una persona que escribe normalmente lee mucho”.
-¿Por qué escribir ficción?
-Porque quiero inventar vidas ajenas. De algún modo, y lo dicen muchos autores, uno lee por vivir vidas ajenas. Es mucho más que solo entretenerse y ese es uno de los hilos conductores para escribir.
Goles dice que le gusta meterse a concho en ese rol de escritor y que no le resulta más fácil que las matemáticas. “Fue un trabajo jodidísimo”, exclama. A La conspiración de Babel le dedicó los inviernos europeos durante cuatro años. Se levantaba a las seis de la mañana a escribir, cuatro horas después se iba a su trabajo de matemático en la Universidad de Orleans, en París, y en la noche leía y corregía. Cuando venía a Chile le compartía sus textos a leer a colegas de todos los ámbitos esperando el feedback.
-¿Y cómo crees que lo haces escribiendo ficción?
-Bien. No tengo pelos en la lengua. Este libro no es para ganarse ningún premio probablemente, pero está bien escrito.
-Dices que vas por la vida buscando personajes, ¿de qué tipo?
-Me interesan los personajes en el borde, esos que tienen taras, que son infecciosos, que son inteligentes, que tienen todo junto, que son seres humanos. Y Gödel es un buen ejemplo. Él se mantiene al filo de lo que yo llamaría la realidad, porque tenía periodos de paranoia fuertísimos: pensaba que lo querían envenenar, por ejemplo.
Recuerda una anécdota: en 1948, Gödel solicitó la ciudadanía norteamericana y como se tomaba las cosas en serio y era excesivamente racional, leyó en detalle la Constitución, al punto que descubrió una inconsistencia lógica por la que se podía instaurar una dictadura en los Estados Unidos. Sus amigos -el matemático Oskar Morgenstern y Einstein- lo acompañaron ante el juez para distraerlo y evitar que mencionara su “descubrimiento”, pero no pudieron evitarlo: Gödel dijo que era posible que llegara al poder un dictador. Con sorpresa y desacomodo, el juez lo interrumpió y entre Einstein y Morgenstern consiguieron calmar a Gödel, que poco más tarde juraría su nueva nacionalidad.
-¿Qué te entrega escribir ficción?
-Cuando yo me siento a escribir esto, vivo en otro mundo, soy otro, soy los personajes, y eso te da una satisfacción infinita; tal como cuando hago matemáticas, estoy fuera del mundo, y el día que no pueda crear, ya sea en este contexto o en el otro, estaré bueno para que me manden directamente al cementerio.
Va otra vez: “El lenguaje de las matemáticas es como el ajedrez: tiene reglas precisas, entonces los grados de libertad del lenguaje matemático son cortos; cuando me cambio y me voy al otro lenguaje, al español, tengo más grados de libertad para inventar”.
-¿Qué te da la ficción que no te da la divulgación científica?
-Hoy no me interesa la divulgación científica. O sea, si me dices ‘Eric, hay que escribir un libro de divulgación de lógica’, probablemente lo puedo hacer, pero no es mi interés primordial. Hice mucho, me pasé varios años en el programa Enlaces y he escrito crónicas y artículos en diversos medios. El otro día un colega fue a una librería porque quería comprar La Conspiración… y le dijeron ‘sí, lo tenemos’, pero estaba en el anaquel de científicos. Ese es un prejuicio: ‘Ah, Eric Goles, el científico’, porque esta es una novela, no es divulgación. Acá estoy contando, me pego toyos, miento, porque es una ficción.
-¿Te enojaste?
-No, porque es lo usual. La gente encasilla a la otra gente. Si llega mi colega y me dice lo contrario: ‘Oye, Goles, fui a la librería y tu libro estaba en el mesón de narrativa latinoamericana’, puta, me hubiera sentido súper feliz (ríe como si viviera ese momento). Lo otro era lo que probablemente iba a pasar.
-¿Te sientes un novelista?
-Sí, por supuesto que sí, este libro no es chacota.
-¿Te gustaría que te reconocieran como novelista?
-La palabra novelista es demasiado grande. Me gustaría que me reconocieran que este esfuerzo es genuino, que es un buen esfuerzo. Y me gustaría que lo lea mucha gente.
Tanto le entusiasma este rol que tiene planes de seguir con una tercera novela, pero le angustia no saber sobre qué: “Cuando termino un texto como éste, que me tomó cuatro años, quedo como viudo. Se te fue algo y ya no está. Me hace falta pensar qué voy a hacer y no tengo respuesta. Pero ha pasado poco tiempo, tengo que hacer el duelo. Terminé este libro en abril… Ojalá de acá a final de año me ilumine con un tema”.
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