Las movilizaciones y tomas de las universidades del 2011 le dejaron a Lorena Sulz, subdirectora de Investigación de la Escuela de Medicina de la Usach, mucho tiempo libre. Una disyuntiva ajena al ámbito de la academia se le cruzó por la cabeza: ¿estudiar fotografía o para ser DJ?
A Lorena, bióloga con un doctorado en Ciencias Biológicas con mención en Fisiología, siempre le gustó la música electrónica, pero cuando partió el boom de los DJ en los 90 ella estaba en otros menesteres: era estudiante, esposa y madre de su hija Javiera, hoy de 25. “Cero posibilidad en esa época”, dice.
Entonces a los 40 años Sulz se matriculó en la DJ School, una academia de DJs de nivel profesional. Cursó 12 semanas y más de una decena de prácticas pinchando discos. Sus compañeros eran, por lo bajo, 10 años menores.
“Aparte de la parte técnica, te enseñan a crear tu propuesta. Ser DJ no es pasar una canción tras otra; el orden y el tipo de canciones crea un cuento y hay que saber cómo transmitirlo”.
Lorena necesitaba hacer otra cosa. La ciencia, explica, es un trabajo muy solitario: “En el laboratorio soy yo, el microscopio y la muestra. Además, cuando trabajas con científicos, te juntas con científicos, con los horarios en que trabajan los científicos -10 a 12 horas diarias-, te quedas en una burbuja”.
Muchos años antes, su mamá había formado un grupo folclórico en su trabajo. Cuando Lorena tenía 28 años y había terminado su magíster, entró a ese grupo. Iban a festivales, a ferias costumbristas, a giras. Bailaba desde los carnavales del norte hasta ritmos rapanuis. “En ese el grupo de baile encontré que había un mundo afuera del laboratorio”, dice.
Estuvo más de 10 años bailando hasta que murió su madre. No pudo seguir en el grupo por el recuerdo de ella. Un par de años después entro a la DJ School.
-¿En qué se parece lo que haces como DJ a tu trabajo científico?
-En el estado mental de tranquilidad que necesito para escribir un paper o para componer música. También en el proceso creativo. La ciencia, aunque los que estudian ciencias sociales digan que no, es súper creativa. Tú tienes un problema que resolver: cómo A se relaciona con B. ¿Cómo pruebas eso? Es una creación de tu cabeza.
-¿Y en qué se diferencia?
-La diferencia es que esa búsqueda tiene un marco teórico, entonces tu creación tiene muchos límites. Como DJ tienes menos límites, porque es un arte creativo que te sale de la guata y los resultados son absolutamente distintos: la ciencia es súper racional y la creación de un DJ es pura emocionalidad.
-¿Necesitabas un espacio donde poner tu emoción?
-Sí, porque la ciencia es muy racional, es como ser un robot. Lo otro es una cosa de guata, de tripas, es un volcamiento emocional que ayuda a desahogarse un montón.
Lorena trata de tocar cada 15 días para no trasnochar todos los fines de semana. Lo ha hecho en la ex Salita, hoy NaveLuna Club, Espacio 93 y en Espacio Radicales. Una vez sus alumnos le pidieron inaugurar la fiesta del Congreso Científico de Estudiantes de Medicina. “Resultó más o menos porque a los cabros les gusta caleta el reggaeton. Me decían: profe, ¿tiene algo más movido? ¿Más movido que esto?, respondía yo. ‘Yo toco esto, no pachanga’”.
Dice que no todos en la academia aplauden su pasatiempo. “Hay académicos que piensan que cualquier cosa que hagas que no sea la academia es una pérdida de tiempo. Cuando estaba en la Católica llegaba temprano y me iba a las cinco a hacer tareas con la Javi y mi jefe me retaba: para qué te metiste a hacer ciencia si tenías que criar”. Esos comentarios no han pasado totalmente de moda: “A mí siempre me dicen ¿cómo puedes hacer las dos cosas?, y yo digo ¿y qué tiene de raro? La ciencia me ejercita el cerebro y esto otro, el alma, punto. Y las dos cosas forman Lorena Sulz. No soy el doctor Jekyll y Mr. Hyde”.
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