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Los 15 mejores simuladores de música (o cómo las guitarras plásticas salvaron a la industria)

La guitarra de plástico del Guitar Hero no solo consiguió sonar como el solo más demente de Lynyrd Skynyrd: también revitalizó a una industria tan averiada como la musical.

Cuando la pequeña Harmonix anunció en plena era Napster el lanzamiento del primer Guitar Hero, lo hizo acompañado de un periférico con forma de guitarra plástica que no recibió mucha atención.

La compañía norteamericana se había especializado en adaptar juegos japoneses de karaoke, por lo que un proyecto de esas características no tenía mucho sentido fuera del país de Kenso.

Videojuegos de baile y simuladores de instrumentos existían desde mucho antes en Japón: DrumManiaBeatMania Guitar Freaks, por nombrar algunos, lo demuestran. Harmonix, de hecho, llevó a occidente la esencia de Guitar Freaks, disminuyendo los niveles de dificultad y curando una lista de canciones que agregó desde “Take me out” de Franz Ferdinand a “Killer Queen” de Queen y “Ziggy stardust” de Bowie.

 



La firma fundada en 1995 por dos alumnos del Instituto de Tecnología de Massachusetts, Alex Rigopolus y Eran Egozy, no había dado resultados importantes hasta que entró en juego RedOctane, algo así como el luthier de la famosa guitarra plástica.

Vamos a decirlo claramente: el éxito fue inmediato.

Incluso, exprimiendo todavía más la idea de simular a una banda de rock enchufada al televisor, los desarrolladores ampliaron la apuesta a más perféricos/instrumentos y nuevas sagas. Así nacieron Rock BandSingStarDj Hero BandFuse, entre otras.



Por qué Guitar Hero salvó a la música

Polemista experimentado, Lars Ulrich, el baterista de Metallica, tuvo solo halagos para el nuevo fenómeno.

“Son juegos que conectan a generaciones de amantes de la música y permiten que, por ejemplo, mis hijos se entusiasmen con Deep Purple, Black Sabbath, Foo Fighters y otras de mis bandas favoritas”, señaló a los medios.

Metallica, después del episodio Napster, fue uno de los primeros grupos que entendió que los simuladores de instrumentos eran una potencial fuente de nuevos ingresos para la industria de la música.

Y así sucedió. Cuando apareció Guitar Hero: Aerosmith, los discos de la banda de Steven Tyler se vendieron un 40% más.

Metallica, por su lado, tomó nota de la experiencia y sacó a las bateas su disco Death magnetic en CD, vinilo y como versión descargable para Guitar Hero III.

Es decir, el disco completo podría ser jugado el mismo día que apareció para el resto de formatos.



Lo que hicieron Guitar Hero y los videojuegos que vinieron después fue centrar la experiencia del jugador en el rock de guitarras. Para ello echaron mano a la histórica discoteca de la década del 60 y, por supuesto, a todos los estilos posteriores que sentaron raíces en la música de Led Zeppelin, The Beatles y Black Sabbath.

La saga iluminó, por así decirlo, a algo que nunca debió salir de foco: las canciones. Y de paso revitalizó los bolsillos de la industria de la música: cifras de la cadena GameStop consultadas por CNBC dieron luces sobre los videojuegos que más recaudaron en Estados Unidos. Y los títulos con periféricos (guitarras, baterías, micrófonos o tornamesas) llevan la delantera.

Guitar Hero III lidera el ranking de CNBC con US$830 millones y, más abajo, donde destaca la saga de shooters Call of Duty, aparecen Rock Band y Guitar Hero World Tour.

Estos son algunos de los títulos de culto del género, que incluyen estilos como rock, pop, soul y hip-hop, en una selección de Culto.



1- The Beatles: Rock Band (PlayStation 3, Xbox 460, Wii)

Un verdadero videojuego de colección. El título publicado por Harmonix en 2009 no solo revive la intensa historia del cuarteto de Liverpool, desde su histórico primer show en The Tavern hasta el mítico concierto en la azotea el edificio de Apple Corps en Londres. También echa mano a lo más selecto de la discografía de los autores de “Tomorrow never knows”, “Revolution” y “Something”. Además cuenta con la posibilidad de comprar réplicas del bajo Höfner de McCartney, la batería Ludwig de Ringo y las guitarras Rickenbacker y Gretsch de Lennon y Harrison completando la experiencia de los “Fab four”.



2- SingStar Motown (PlayStation 3)

La saga SingStar es una serie de videojuegos de karaoke y el capítulo Motown utiliza como catálogo al principal sello discográfico surgido en los años 50. Uno que hizo escuela en la música popular global alcanzando esa cumbre distintiva que conocemos como “sonido Motown”, mérito inexpugnable del pop y R&B de sus cultores. El título permite (intentar) interpretar únicamente en voz los temas de gente tan importante para la música como The Supremes, Stevie Wonder, The Jackson 5 y Marvin Gaye, entre muchos otros.



3- Rock Band 3 (PlayStation 3, Xbox 360)

En medio de la época dorada de este tipo de videojuegos, Rock Band 3 fue desarrollado por Harmonix, publicado por MTV Games y distribuido por la gigante Electronic Arts. Acá podemos formar nuestra propia banda musical con cantante, guitarrista, bajista y/o baterista, con un repertorio de canciones que incluye a “Bohemian rhapsody” de Queen, “Free bird” de Lynyrd Skynyrd, “Jerry was a car driver” de Primus y “Just like heaven” de The Cure, entre 83 temas, muy en la línea del Guitar Hero: Warriors of Rock, que además de Black Sabbath, Megadeth, Slipknot y Muse, incluye un modo historia narrado por Gene Simmons de Kiss.



4- BandFuse: Rock Legends (PlayStation 3, Xbox 360)

Al igual que en Rocksmith, acá los usuarios pueden conectar una guitarra eléctrica real y tocar gracias a un adaptador que lleva el sonido de tus dedos a la consola. Músicos de la talla de Slash de Guns N’ Roses o Zakk Wylde de Ozzy Osbourne operan como tutores para aprender a dominar el instrumento entre canciones como “You oughta know” de Alanis Morissette, “No rain” de Blind Melon, “Alive” de Pearl Jam o “Show I stay or should I go” de The Clash.



5- DJ Hero 2 (PlayStation 3, Xbox 360, Wii)

Lo distintivo acá es el periférico: una tornamesa con la que debemos convertirnos en un reputado DJ y productor musical mezclando canciones y estilos. La experiencia se completa con 85 temas de gente como Dr. Dre, The Chemical Brothers, Daft Punk, Kanye West, Lady Gaga y Rihanna. Como dato, se puede ocupar al conocido DJ Deadmau5 como personaje en el juego.



6- Guitar Hero: Metallica (PlayStation 3, Xbox 360)

Recorre las primeras dos décadas de carrera de Metallica, para repasar su discografía desde el heavy de Kill’em all (1983) hasta el insípido St. Anger (2003), reescribiendo la historia de los californianos según el evangelio de James Hetfield, Kirk Hammett y Lars Ulrich: esto es omitiendo la participación de los históricos Dave Mustaine, Cliff Burton y Jason Newsted en la banda. Algo que también puede leerse como un espaldarazo a su actual bajista Robert Trujillo. El catálogo de canciones incluye la mayoría de las cumbres de Metallica: “One”, “Battery”, “Enter sandman”, “Fuel”, “No leaf clover” y temas como “The unforgiven”, “Sad but true” y “Nothing else matters”.



7- SingStar Queen (PlayStation 3)

Un tremendo título con la difícil misión de emular la voz del legendario Freddie Mercury y sus secuaces. El juego ofrece la posibilidad de intentarlo en 24 canciones, desde “Somebody to love” y “Radio Ga Ga” hasta la demandante “Bohemian rhapsody”, “I want to break free” y “We are the champions” en distintos niveles de dificultad.



8- Def Jam Rapstar (PlayStation 3, Xbox 360, Wii)

Un título dedicado por completo al hip hop, donde debemos interpretar y rapear temas con un micrófono inalámbrico y, claro, demostrar si se tiene o no flow. Y apreciar el talento de los MCs y músicos de un nutrido catálogo donde destacan Beastie Boys, Notorious B.I.G., 2Pac, 50 Cent, Dizzee Rascal, Ice Cube, Outkast, Public Enemy, Run-D.M.C., Kanye West y Snoop Dogg.



9- SingStar ABBA (PlayStation 3)

Acá un juego dedicado exclusivamente a la banda sueca con 25 de sus hits para cantar. Desde “Dancing queen” a “Mamma mia” pasando por “Super trouper”, “Take a chance on me” y “Gimme! gimme! gimme! (a man after midnight)”.



10- AC/DC Live: Rock Band (PlayStation 3, Xbox 360)

Un título necesario para entender cómo operan las guitarras en el universo de los hermanos Young. Eso sí, el título dedicado a la banda australiana cuenta con apenas 18 canciones de los hombres de “Back in black”. Y todas son crudas versiones en directo, configurando una experiencia breve aunque intensa.



11- Michael Jackson: The Experience (PlayStation 3, Xbox 360, Wii)

Aunque lo central es emular los pasos de baile de Michael Jackson en coreografías como las de “Bad”, “Beat it”, “Billie Jean” y “Smooth criminal”, el título también cuenta con un modo de karaoke para atreverse a cantar las canciones del “rey del pop”.



12- Guitar Hero: Aerosmith (PlayStation 3, Xbox 360)

El juego sigue los pasos de la banda de Steven Tyler, Joe Perry, Brad Whitford, Tom Hamilton y Joey Kramer, con sus propias canciones como soporte pero además con las de la gente que los inspiró a hacer música: Cheap Trick, The Kinks, Joan Jett y The Clash. El juego solo ocupa la guitarra como periférico.



13- Rock Band: Green Day (PlayStation 3, Xbox 360)

A diferencia del título anterior, acá podemos emular los bajos, guitarras, voces y baterías del catálogo de Green Day. El título sigue la historia de la banda profundizando en sus discos Dookie (1994), American idiot (2004) y 21st Century breakdown (2009), sin dejar de lado éxitos como “Good riddance (time of your life)” del Nimrod (1997) o “Minority” del Warning (2000).



14- SingStar Mecano (PlayStation 3)

Juego de karaoke dedicado por completo al grupo madrileño que brilló durante los años ochenta y primeros de los noventa gracias a la voz de Ana Torroja y el señero sonido de los hermanos Nacho y José María Cano. Incluye 30 temas como “Bailando salsa”, “Hawaii-Bombay”, “Me cuesta tanto olvidarte”, “Hoy no me puedo levantar”, “Barco a Venus” y “Aire”.



15- Singstar (PlayStation 3)

Es el juego de karaoke por defecto. E incluye un nutrido catálogo de temas de Blur, Beck, Britney Spears, Scissor Sisters, Outkast, David Bowie, The Killers, Blind Melon y tantos otros, siempre listo para prender cualquier fiesta. Como ocurre con las sagas Guitar Hero, Dj Hero y Rock Band, Singstar incluye un amplio catálogo online donde se pueden comprar más canciones para ampliar la experiencia de juego.

 

Fuente: http://culto.latercera.com/2018/08/08/15-mejores-simuladores-de-rock/


Íconos de la música posan junto a sus hijos para Harper’s Bazaar

Desde Bruce Springsteen y Kanye West, hasta Christina Aguilera y Erykah Badu, los grandes del rock, el pop y el rap se unen con sus hijos y demuestran que el legado sigue vivo.

Destacan por ser de los más exitosos en la industria de la música y ahora mostraron a sus herederos. Kanye West, Christina Aguilera, Nicole Richie y más iconos de la música posaron junto a sus hijos en la edición de septiembre de Harper’s Bazaar, como parte de la publicación, ICONS: The First Families of Music (Iconos: Las primeras familias de la música).

Fueron retratadas por el fotógrafo Mario Sorrenti para un edición especial en la que también hablaron sobre los sueños que proyectan en sus hijos, algunos de ellos todavía pequeños.

«Espero que mis hijos nunca pierdan su confianza en la sociedad», declaró West sobre su hija Chicago, de 6 meses, y sus otros dos hijos: Saint, de dos y medio y North de cinco.

Posando con sus hijos Summer Rain, que cumple 4 el próximo mes y Max Liron, de 10 años, Christina Aguilera comparte: «Me encanta ser mamá oso y brindar apoyo, fortaleza y un refugio seguro a mis bebés y seres queridos, sabiendo que, por encima de todo, es el trabajo más importante que tengo». 

Lionel Richie quiere que sus hijos, incluida su hija Nicole, quien junto a él en la revista, «descubran quiénes son y exploren sus pasiones al máximo».

«Mi padre y yo haremos cualquier cosa por reír», declaró Nicole.

Por otro lado, el cantante Bruce Springsteen dice que el mejor consejo que le ha dado a su hija Jessica es que «mantenga su enfoque en lo que realmente le importa».

La edición ICONS de Harper’s Bazaar también incluye apariciones de las hijas de Keith Richards, Theodora y Alexandra, a Steven Tyler y su hija Liv, además de la hija del fallecido Michael Jackson, Paris.

Crédito: Harper’s Bazaar
Fuente: http://www.t13.cl/noticia/tendencias/video-iconos-musica-posan-junto-sus-hijos-harpers-bazaar

Eric Goles: “Escribo ficción porque quiero inventar vidas ajenas”

El Premio Nacional de Ciencias Exactas lanzó su segunda novela, La conspiración de Babel. Se define como un lector empedernido y asegura que el paso de científico a novelista no fue traumático por sus genes artísticos, heredados de padre músico y madre actriz. Asegura que escribir ficción le permite encontrar más espacios de libertad que crear teoremas.

Hace cinco años, la directora del Festival Puerto de Ideas, Chantal Signorio, fue a la casa del físico y matemático Eric Goles para invitarlo a la primera edición de ese evento en Antofagasta. “Eric, unos cuatro meses antes cuéntanos qué charla vas a hacer para que veamos qué material audiovisual necesitas, porque los científicos requieren parafernalia”, le dijo ella, según recuerda él. El comentario fue un golpe en el ego de Goles: “Me piqué porque no tengo miedo a mandarme un toyo en un escenario delante de 500 personas”, dice el Premio Nacional de Ciencias Exactas 1993. “‘Mira, Chantal -le dije, farsante-, no te preocupes, voy a contar un cuento y sólo quiero una sala grande y un sillón para sentarme’. Honestamente, no tenía idea qué cuento, pero como me taimé le dije eso”.

Pasó el tiempo y Goles ni se acordó de que debía preparar algo. Sólo poco antes del evento se le ocurrió contar la historia de Kurt Gödel, un matemático nacido en 1906 en el imperio austro-húngaro del que Goles había escuchado por primera vez cuando era alumno de un curso de Lógica en la U. de Chile a comienzos de los 70. “Es un tremendo matemático y sus resultados me impresionan, y además es un personaje de mucha humanidad. Podríamos pensar que es un nerd metido en su cuento pero nada que ver; es capaz de enamorarse perdidamente de Adele, que era una cabaretera de una boîte de mala muerte de Viena de los años 30, de modo que tiene de dulce y agraz. Como diría Nicanor Parra, un embutido de ángel y bestia”.

En Puerto Ideas, el ex conductor del programa de ciencia Enlacesimprovisó casi una hora sobre Gödel y las matemáticas. Al final sacó aplausos. Repitió la fórmula en eventos en Santiago y Temuco, también con éxito. Entonces, su pareja le sugirió que convirtiera su improvisación en un monólogo teatral. Ese intento terminó convertido en la novela La conspiración de Babel (2018, LOM), su segunda incursión en la ficción después de El zapato perdido de la Marilyn (2008, LOM).

-¿Entonces esta novela nació de una pataleta?
-Sí, claro. Lo que viene de antes es que me gusta escribir y contar toyos, pero así nace un poema o una novela: te impresiona una cosa y escribes.

-¿Cómo fue el tránsito de matemático a novelista?
-Fue pasar de un extremo a otro, pero en mi caso no fue tan dramático porque vengo de una familia de artistas.

Los artistas son su padre, José Goles, un músico que ganó el Festival de Viña del Mar en los 60 y que compuso la popular tonada del Pobre Pollo; y su madre, la Meche Chacc, una reconocida actriz de teatro antofagastina: “Allá es conocida como la loca Meche. Va a cumplir 91 años y estaba en las tablas hasta hace un año”.

Explica Goles: “Yo era bueno para las matemáticas en el colegio, pero nunca dejé de tener inquietudes literarias. Desde que tengo uso de razón he sido un gran, gran lector, leo de chincol a jote. Leía de una manera omnívora y la lectura está cerca de la creación literaria. Para mí, una persona que escribe normalmente lee mucho”.

-¿Por qué escribir ficción?
-Porque quiero inventar vidas ajenas. De algún modo, y lo dicen muchos autores, uno lee por vivir vidas ajenas. Es mucho más que solo entretenerse y ese es uno de los hilos conductores para escribir.

Goles dice que le gusta meterse a concho en ese rol de escritor y que no le resulta más fácil que las matemáticas. “Fue un trabajo jodidísimo”, exclama. A La conspiración de Babel le dedicó los inviernos europeos durante cuatro años. Se levantaba a las seis de la mañana a escribir, cuatro horas después se iba a su trabajo de matemático en la Universidad de Orleans, en París, y en la noche leía y corregía. Cuando venía a Chile le compartía sus textos a leer a colegas de todos los ámbitos esperando el feedback.

-¿Y cómo crees que lo haces escribiendo ficción?
-Bien. No tengo pelos en la lengua. Este libro no es para ganarse ningún premio probablemente, pero está bien escrito.

-Dices que vas por la vida buscando personajes, ¿de qué tipo?
-Me interesan los personajes en el borde, esos que tienen taras, que son infecciosos, que son inteligentes, que tienen todo junto, que son seres humanos. Y Gödel es un buen ejemplo. Él se mantiene al filo de lo que yo llamaría la realidad, porque tenía periodos de paranoia fuertísimos: pensaba que lo querían envenenar, por ejemplo.

Recuerda una anécdota: en 1948, Gödel solicitó la ciudadanía norteamericana y como se tomaba las cosas en serio y era excesivamente racional, leyó en detalle la Constitución, al punto que descubrió una inconsistencia lógica por la que se podía instaurar una dictadura en los Estados Unidos. Sus amigos -el matemático Oskar Morgenstern y Einstein- lo acompañaron ante el juez para distraerlo y evitar que mencionara su “descubrimiento”, pero no pudieron evitarlo: Gödel dijo que era posible que llegara al poder un dictador. Con sorpresa y desacomodo, el juez lo interrumpió y entre Einstein y Morgenstern consiguieron calmar a Gödel, que poco más tarde juraría su nueva nacionalidad.

-¿Qué te entrega escribir ficción?
-Cuando yo me siento a escribir esto, vivo en otro mundo, soy otro, soy los personajes, y eso te da una satisfacción infinita; tal como cuando hago matemáticas, estoy fuera del mundo, y el día que no pueda crear, ya sea en este contexto o en el otro, estaré bueno para que me manden directamente al cementerio.

Va otra vez: “El lenguaje de las matemáticas es como el ajedrez: tiene reglas precisas, entonces los grados de libertad del lenguaje matemático son cortos; cuando me cambio y me voy al otro lenguaje, al español, tengo más grados de libertad para inventar”.

-¿Qué te da la ficción que no te da la divulgación científica?
-Hoy no me interesa la divulgación científica. O sea, si me dices ‘Eric, hay que escribir un libro de divulgación de lógica’, probablemente lo puedo hacer, pero no es mi interés primordial. Hice mucho, me pasé varios años en el programa Enlaces y he escrito crónicas y artículos en diversos medios. El otro día un colega fue a una librería porque quería comprar La Conspiración… y le dijeron ‘sí, lo tenemos’, pero estaba en el anaquel de científicos. Ese es un prejuicio: ‘Ah, Eric Goles, el científico’, porque esta es una novela, no es divulgación. Acá estoy contando, me pego toyos, miento, porque es una ficción.

-¿Te enojaste?
-No, porque es lo usual. La gente encasilla a la otra gente. Si llega mi colega y me dice lo contrario: ‘Oye, Goles, fui a la librería y tu libro estaba en el mesón de narrativa latinoamericana’, puta, me hubiera sentido súper feliz (ríe como si viviera ese momento). Lo otro era lo que probablemente iba a pasar.

-¿Te sientes un novelista?
-Sí, por supuesto que sí, este libro no es chacota.

-¿Te gustaría que te reconocieran como novelista?
-La palabra novelista es demasiado grande. Me gustaría que me reconocieran que este esfuerzo es genuino, que es un buen esfuerzo. Y me gustaría que lo lea mucha gente.

Tanto le entusiasma este rol que tiene planes de seguir con una tercera novela, pero le angustia no saber sobre qué: “Cuando termino un texto como éste, que me tomó cuatro años, quedo como viudo. Se te fue algo y ya no está. Me hace falta pensar qué voy a hacer y no tengo respuesta. Pero ha pasado poco tiempo, tengo que hacer el duelo. Terminé este libro en abril… Ojalá de acá a final de año me ilumine con un tema”.

Einstein, el escritor de viajes

A fines de 1922, el famoso físico alemán emprendió un viaje en barco con rumbo al Lejano Oriente. Durante su travesía redactó una vívida bitácora que acaba de ser publicada y que muestra al científico como un turista más que se enamoró particularmente de Japón. “Era un escritor muy colorido. Su estilo de narración en el diario es totalmente distinto al de sus documentos científicos”, explica quien escribió el prólogo.

Un crucero de la empresa Nippon Yusen cruza lentamente el mar japonés  de Seto, famoso por lugares como el santuario Itsukushima y su portal flotante, y se dirige al puerto de Kobe. La fecha es 17 de noviembre de 1922 y entre la multitud de hombres, mujeres, ancianos y jóvenes nipones que vuelven a su país también viaja un pasajero inusual, uno que proviene de la lejana Europa y que es considerado uno de los científicos más famosos del mundo: el físico alemán Albert Einstein. Es el inicio de la primera y única visita que haría a tierras japonesas, por lo que el científico está ansioso por iniciar un recorrido tan enigmático como el universo que intentaba explicar mediante ecuaciones y fórmulas.

“Todas las cosas que sabía de Japón eran incapaces de darme una imagen clara. Mi curiosidad estaba dominada por el suspenso cuando, a bordo del Kitanu Maru, pasé por los estrechos japoneses y vi los incontables y delicados islotes de tonalidades verdes que brillaban bajo el sol matutino. Pero lo que más resplandecía eran los rostros de los pasajeros japoneses y de toda la tripulación. Muchas mujeres pequeñas y delicadas, que rara vez se veían antes del desayuno, se movían alegremente en la cubierta a las seis de la mañana, sin prestarle atención al gélido viento, con tal de ver el primer atisbo de su tierra”, escribió Einstein en un elegante cuaderno de 182 páginas que llevaba con él a todas partes.

Ese era el diario de viaje que el científico comenzó a escribir el 8 de octubre de ese año, cuando él y su esposa, Elsa, se embarcaron en el puerto francés de Marsella e iniciaron una travesía que los llevó a Egipto, Ceylán, Singapur, Hong Kong, China y finalmente, Japón.  Ese país, regido en ese entonces por el emperador Taishō, y el cariño que generaba entre sus habitantes cautivaron a Einstein desde el primer momento que avistó las costas niponas, tal como se nota en las demás impresiones de esa mañana de noviembre en el Kitanu Maru: “Me conmovió ver cómo todos estaban dominados por una profunda emoción.  Un japonés ama a su país por sobre todo lo demás; y a pesar de su curiosidad por todo lo que es extranjero, al estar lejos de su casa se siente más forastero que cualquier otra persona. ¿Cómo se puede explicar esto?”.

Las notas que tomó Einstein durante su estadía de cuarenta días en Japón y todas las demás que escribió en su viaje por Asia y de regreso a Europa conforman una bitácora única e íntima, cuya versión íntegra acaba de ser publicada por primera vez en inglés con el título Los diarios de viaje de Albert Einstein: El Lejano Oriente, Palestina y España, 1922-1923.  La obra fue recopilada por la Editorial de la Universidad de Princeton -ciudad estadounidense donde Einstein residió desde 1933 hasta su muerte en 1955- y muestra al cerebro tras la teoría de la relatividad como un turista más que se maravilla con una “puesta de sol única en el Monte Fuji” de Japón, la vista de Hong Kong desde el funicular Peak Tram (“Es el paisaje más lindo que he visto hasta ahora en el viaje”) y una visita a la bíblica ciudad de Jericó (“Un escenario monumental, con sus oscuros y elegantes hijos árabes vestidos con túnicas”).

El volumen tiene una introducción y anotaciones de Ze’ev Rosenkranz, experto en la vida y obra del físico alemán y editor del Einstein Papers Project (www.einstein.caltech.edu). La iniciativa cuenta con el respaldo de la Editorial de la Universidad de Princeton y la Universidad Hebrea de Jerusalén y su fin es preservar, traducir y publicar decenas de miles de documentos  del científico de raíces judías. Para Rosenkranz, la crónica del viaje al Lejano Oriente muestra una faceta más cotidiana de un personaje que suele ser visto como un genio al que sólo le importaba  descifrar fenómenos como la gravedad.

EL DIARIO ORIGINAL ESCRITO POR EL FÍSICO ALEMÁN (CRÉDITO: THE MORGAN LIBRARY & MUSEUM).

“En su estilo telegráfico, realiza comentarios peculiares, burlescos, perspicaces y a menudo divertidos sobre los individuos prominentes y ordinarios con los que se topaba, lo que muestra aspectos de Einstein que son poco familiares. Al mostrarlo como un turista y viajero descubrimos que era bastante pasivo en cuanto a los arreglos de sus travesías, ya que dejaba que organizadores locales planearan su itinerario, las conferencias que dictaba y sus reuniones. Eso contrastaba con las visitas que hacía en Europa, donde era mucho más autónomo. Lo que más disfrutaba era viajar por mar; le encantaba la relativa soledad a bordo y la oportunidad de trabajar sin distracciones”, cuenta Rosenkranz a Tendencias.

El especialista agrega que el científico “era un escritor muy colorido. Su estilo de narración en el diario es totalmente distinto al de sus documentos científicos, donde intenta ser lo más objetivo posible. Sus diarios son muy personales y subjetivos”. Rosenkranz indica que en la génesis de esta bitácora, una de las seis que el físico redactó sobre sus travesías, también es posible ver un lado más humano del investigador: “Nuestra teoría es que escribió el diario como una ayuda memoria para recordar el viaje y como un registro que pudieran leer sus hijastras al regresar a Berlín. Lo que vemos en sus comentarios es su voz auténtica y directa desde su corazón”.

En la tierra del sol naciente

En 1922, ya habían pasado diecisiete años desde que Einstein presentara su famosa teoría de la relatividad especial y el investigador había dictado conferencias en lugares como Oslo, Inglaterra y Estados Unidos. Pero su diario revela que el lejano Japón le parecía una aventura imperdible: “En los últimos años he viajado mucho, bastante más de lo que le corresponde a un investigador (…) Pero cuando llegó la invitación de Yamamoto, decidí inmediatamente embarcarme en tan extraordinario viaje, aún cuando soy incapaz de ofrecer una excusa más allá de que jamás podría perdonarme por dejar pasar la oportunidad de ver Japón con mis propios ojos”.

El gestor del viaje que menciona el físico era Sanehiko Yamamoto, presidente de la editorial Kaizo-Sha y que en 1921 había llevado a Japón al filósofo inglés Bertrand Russell. Al preguntarle que nombrara a los ciudadanos vivos más importantes del mundo, el académico dijo: “Primero Einstein y luego Lenin. No hay nadie más”. En su diario, el investigador alemán escribe: “Nunca en mi vida he sido objeto de más envidia en Berlín que cuando fui invitado a Japón. En nuestro país esa tierra está envuelta por un velo de misterio mayor al de cualquier otra”. Rosenkranz explica que en esa época el físico ya había leído bastante sobre Japón y “estaba fascinado por ese país antes de poner un pie en él. También tuvo contacto con físicos japoneses desde 1909 y conoció alumnos nipones que estudiaron en Berlín”.

Más allá de su interés por Japón, para Einstein el viaje era una oportunidad de alejarse de una Alemania donde el antisemitismo ya se hacía sentir: en junio de 1922 el canciller judío Walther Rathenau fue asesinado por sicarios de extrema derecha que fueron ensalzados por un joven Adolf Hitler. “Supuestamente estoy en un grupo de personas que son blancos de asesinos nacionalistas”, escribió en una carta al físico Max Planck.

Pero al llegar a tierras niponas, el científico se dio cuenta de que aún le quedaba mucho por aprender y que no entendía del todo la cultura local. “Los cantos japoneses son incomprensibles para mí. Ayer volví a escuchar a otra persona que cantó hasta que me sentí mareado”, escribió. En otra página relata lo complicado que era sentarse en el suelo para cenar y lo chocante que podía ser la gastronomía, como cuando describe a las langostas asadas que le sirvieron en una posada como “pobres criaturas”. Sin embargo, otros pasajes muestran su asombro frente a la arquitectura del Palacio Imperial de Kioto –“Fue el edificio más hermoso que jamás he visto”- y la sensualidad de un grupo de geishas que actuó en una cena y cuyos rostros califica como “muy expresivos, sensuales e inolvidables”.

Einstein ocupó los trenes para viajar a conferencias y recorrer lugares como Tokio, Osaka y Fukuoka, donde está Shofukuji, el primer templo zen construido en Japón. Participó en varias ceremonias del té, estuvo en una función del tradicional teatro kabuki y asistió al festival de los crisantemos –uno de los cinco más sagrados de Japón- junto a la familia imperial. Al completar ese periplo, Einstein plasmó su visión de la cultura local: “Los paisajes con esas pequeñas islas verdes, las colinas, los árboles, las pequeñas parcelas de tierra cuidadosamente divididas y los campos minuciosamente preparados son encantadores (…), al igual que la gente, su lenguaje, sus movimientos, sus ropas (…) Cada pequeña cosa tiene un significado y un rol. Estoy fascinado con sus elegante sonrisas y cómo se inclinan y se sientan, algo que parece imposible de imitar”.

Pero no todo fue felicidad para una figura que acababa de recibir el Nobel de Física y que muchos identificaban al instante debido a su característica melena y pipa. En una nota escrita el 24 de diciembre de 1922, poco antes de dejar tierras niponas, el físico escribió: “Me acaban de tomar la foto número 10 mil…la cena no termina nunca…la dueña de la posada está muy emocionada, de rodillas, agacha cien veces su cabeza hacia el piso”. Según RosenKranz, esas palabras revelan las dificultades que tenía el introvertido físico para lidiar con su fama: “A veces se resignaba porque se daba cuenta de que no podía hacer mucho contra eso. Pero en otras ocasiones era emocionalmente desgastante para él y añoraba tener momentos de soledad”.

El lado más oscuro

En el prefacio del libro, Rosenkranz confiesa que le sorprendió encontrarse con algunos pasajes no tan cándidos y que revelan un claro tono xenofóbico.  Un ejemplo es la observación que hace de los chinos en Hong Kong: “Gente industriosa, sucia y letárgica (…) Balcones que parecen colmenas, todo está construido de manera apretada y monótona… incluso los niños parecen sin ánimo y letárgicos. Sería una lástima que estos chinos suplantaran a todas las otras razas”.

Esos dichos, afirma el experto, muestran que el físico no estaba ajeno a la visión que imperaba en su época y que proponía una superioridad intelectual de los europeos: “Su creencia en la inferioridad intelectual de varios países es particularmente chocante y se puede explicar parcialmente por el contexto en que fueron escritos. Sin embargo, contrastan fuertemente con el perfil humanitario que hemos tenido hasta ahora de Einstein”.

Tras dejar Japón, el 1 de febrero de 1923 el investigador llegó a Egipto y al día siguiente partió a Jerusalén. Quizás debido a su personalidad secular, el “muro de los lamentos” no lo impresionó demasiado y lo calificó como un “lamentable panorama de personas con pasado pero sin presente”.  Una impresión radicalmente opuesta a la que tuvo en Tel Aviv, una “ciudad hebrea moderna” con “una activa vida intelectual y económica”.  La última parada antes de volver a Alemania en marzo de 1923 fue España. Allí visitó el Museo del Prado y también se paró frente a la pintura de El Greco titulada “El entierro del conde Orgaz”, albergada en la parroquia de Santo Tomé, en Toledo, y que definió como una de las “imágenes más profundas” que jamás había visto.

Rosenkranz afirma que hay planes para editar las demás bitácoras que Einstein escribió durante el viaje que en 1925 realizó a Argentina, Brasil y Uruguay y las visitas que efectuó a Estados Unidos en la década de 1930. Por ahora, dice, lo que es claro es que el viaje al Lejano Oriente y en particular la visita a Japón dejaron una marca permanente tanto en Einstein como en sus anfitriones. Cuando el físico partió de regreso a Europa, Sanehiko Yamamoto permaneció en el muelle hasta que el barco era sólo un punto en el horizonte y luego solía describir a Einstein como el “hombre más grandioso” que había conocido. El afecto por Japón también marcó al investigador alemán, que tras la II Guerra afirmó: “Si hubiera previsto lo que ocurrió en Hiroshima y Nagasaki, en 1905 habría hecho pedazos mi fórmula (E=mc2)”.

Marcelo Loewe, físico y violista: “La música es una fuente de disciplina y método súper útil en la física”

Con ambos padres dedicados de manera profesional al chelo, no es raro que Marcelo Loewe haya empezado temprano con estudios de música. A los 7 inició sus clases de violín. A los 15 se cambió a la viola. Y siguió en esa línea, hasta que en 1977 sacó en la UC la licenciatura de interpretación musical superior con mención en ese instrumento. Pero esa es sólo una parte de la historia. Porque paralelo a eso, Loewe estudiaba Física en la Universidad de Chile. Se tituló el mismo 1977. Hoy este doctor en Física de la Universidad de Hamburgo y académico de la Católica, se dedica con pasión a esta disciplina científica. Sin olvidar la música, claro. Que es su perfecta otra mitad.

-¿Cómo ingresa la física a tu mundo natural, que es la música?

-Eso ha sido hasta hoy una eterna pregunta. No lo sé. La física es una cuestión que me fascinó desde siempre. Además hay ciertos paralelos, yo diría más sicológicos que conceptuales, con la música. Ambas tratan de buscar una cierta belleza.

-¿De qué manera?

-En la física te sorprendes cuán compacto y bello puede ser desde el punto de vista matemático la descripción del mundo. Realmente hay una belleza subyacente que sorprende mucho. Y en música buscas todo tipo de emociones a través de la belleza.

-Es un punto en común

-Es una intersección. Y la otra intersección es que en cierto modo la música también tiene una estructura lógica y matemática muy precisa, si estudias armonía clásica. Hay reglas muy precisas y si las violas la armonía suena mal. En música moderna eso ya no es un elemento válido, pero sí en lo clásico.

-¿Por qué seguir dos carreras y no dedicarse 100% a una?

-Se dio naturalmente. Pero siempre tuve la angustia de qué iba a pasar en algún futuro. Integré por varios años la Orquesta de Cámara de la Católica. Lentamente empecé a tomar más peso a la física como fuente de vida, de ingresos. Pero sigo activo en música, ahora tengo un cuarteto de cuerdas con el que toco regularmente. Ensayamos dos veces por semana, tenemos cuatro o cinco conciertos por año. A veces echo de menos una actividad más intensa musicalmente, pero también necesito una actividad intelectual más alejada de emociones.

-¿Qué de la música te ayuda en el ejercicio de la física y viceversa?

-Cada una es un escape a la tensión que genera la otra. Te permite no convertirte en un ser obsesivo. Es muy bueno liberarse unas horas al día, pensar en otras cosas. En ese sentido, te ayuda a complementarte emocional e intelectualmente. Mi rutina diaria parte con una hora y medio de viola en mi casa. Luego, la física. Si falta tiempo, retomo en la noche.

-¿Puedes desconectarte absolutamente de una para entrar en la otra?

-Cuesta mucho. Hay un traslape que permanece en el tiempo; estás comenzando a hablar de física y literalmente estás recitando la sonata que estabas estudiando antes y viceversa. Cuesta, pero se logra.

-¿Es raro que un científico se dedique a estos asuntos?

-No. Heisenberg era un muy buen pianista. Se dice que Einstein tocaba razonablemente el violín. Me parece que tiene que ver con la disciplina. La música es una fuente muy importante de disciplina y método, súper útil en la física.

-Conversan bien tus vidas paralelas, entonces.

-Tú estás siempre ondulando de un lado para otro. A diario. No sé si son vidas paralelas, diría vidas entremezcladas, como un tejido.

Entonces, Loewe habla de sus hijos. Que se hicieron cargo de la herencia del padre, pero que, a diferencia de él, no entremezclaron las vidas. “Tengo un hijo violinista, 100% violinista, que se fue muy joven a Berlín. Tengo una hija que estudia chelo en el Conservatorio de la Chile. Otro de mis hijos es puramente físico, está haciendo un posdoctorado en Estados Unidos”.

Lorena Sulz, bióloga y DJ profesional: “No soy el doctor Jekyll y Mr. Hyde”

Autor: José Miguel Jaque

Las movilizaciones y tomas de las universidades del 2011 le dejaron a Lorena Sulz, subdirectora de Investigación de la Escuela de Medicina de la Usach, mucho tiempo libre. Una disyuntiva ajena al ámbito de la academia se le cruzó por la cabeza: ¿estudiar fotografía o para ser DJ?

A Lorena, bióloga con un doctorado en Ciencias Biológicas con mención en Fisiología, siempre le gustó la música electrónica, pero cuando partió el boom de los DJ en los 90 ella estaba en otros menesteres: era estudiante, esposa y madre de su hija Javiera, hoy de 25. “Cero posibilidad en esa época”, dice.

Entonces a los 40 años Sulz se matriculó en la DJ School, una academia de DJs de nivel profesional. Cursó 12 semanas y más de una decena de prácticas pinchando discos. Sus compañeros eran, por lo bajo, 10 años menores.

“Aparte de la parte técnica, te enseñan a crear tu propuesta. Ser DJ no es pasar una canción tras otra; el orden y el tipo de canciones crea un cuento y hay que saber cómo transmitirlo”.

Lorena necesitaba hacer otra cosa. La ciencia, explica, es un trabajo muy solitario: “En el laboratorio soy yo, el microscopio y la muestra. Además, cuando trabajas con científicos, te juntas con científicos, con los horarios en que trabajan los científicos -10 a 12 horas diarias-, te quedas en una burbuja”.

Muchos años antes, su mamá había formado un grupo folclórico en su trabajo. Cuando Lorena tenía 28 años y había terminado su magíster, entró a ese grupo. Iban a festivales, a ferias costumbristas, a giras. Bailaba desde los carnavales del norte hasta ritmos rapanuis. “En ese el grupo de baile encontré que había un mundo afuera del laboratorio”, dice.

Estuvo más de 10 años bailando hasta que murió su madre. No pudo seguir en el grupo por el recuerdo de ella. Un par de años después entro a la DJ School.

-¿En qué se parece lo que haces como DJ a tu trabajo científico?

-En el estado mental de tranquilidad que necesito para escribir un paper o para componer música. También en el proceso creativo. La ciencia, aunque los que estudian ciencias sociales digan que no, es súper creativa. Tú tienes un problema que resolver: cómo A se relaciona con B. ¿Cómo pruebas eso? Es una creación de tu cabeza.

-¿Y en qué se diferencia?

-La diferencia es que esa búsqueda tiene un marco teórico, entonces tu creación tiene muchos límites. Como DJ tienes menos límites, porque es un arte creativo que te sale de la guata y los resultados son absolutamente distintos: la ciencia es súper racional y la creación de un DJ es pura emocionalidad.

-¿Necesitabas un espacio donde poner tu emoción?

-Sí, porque la ciencia es muy racional, es como ser un robot. Lo otro es una cosa de guata, de tripas, es un volcamiento emocional que ayuda a desahogarse un montón.

Lorena trata de tocar cada 15 días para no trasnochar todos los fines de semana. Lo ha hecho en la ex Salita, hoy NaveLuna Club, Espacio 93 y en Espacio Radicales. Una vez sus alumnos le pidieron inaugurar la fiesta del Congreso Científico de Estudiantes de Medicina. “Resultó más o menos porque a los cabros les gusta caleta el reggaeton. Me decían: profe, ¿tiene algo más movido? ¿Más movido que esto?, respondía yo. ‘Yo toco esto, no pachanga’”.

Dice que no todos en la academia aplauden su pasatiempo. “Hay académicos que piensan que cualquier cosa que hagas que no sea la academia es una pérdida de tiempo. Cuando estaba en la Católica llegaba temprano y me iba a las cinco a hacer tareas con la Javi y mi jefe me retaba: para qué te metiste a hacer ciencia si tenías que criar”. Esos comentarios no han pasado totalmente de moda: “A mí siempre me dicen ¿cómo puedes hacer las dos cosas?, y yo digo ¿y qué tiene de raro? La ciencia me ejercita el cerebro y esto otro, el alma, punto. Y las dos cosas forman Lorena Sulz. No soy el doctor Jekyll y Mr. Hyde”.

Azúcar y cultura

Autor: Andrés Gomberoff

En términos puramente evolutivos, es difícil pensar en “objetivos” más altruistas de nuestro paso por la vida que llegar saludables a edad fértil para reproducirnos y cuidar de nuestra descendencia hasta que puedan valerse por sí mismos. El resto no parece tener una justificación natural clara, ninguna explicación científica consensuada. Los dos procesos fundamentales que realiza la célula, el metabolismo y la reproducción, terminan así reflejándose en nuestros deseos más primarios: la comida y el sexo. Somos similares al resto de los seres vivos que habitan nuestro planeta en estos dos gustos; sin embargo, las estrategias que la evolución puso a nuestra disposición nos transformaron en los reyes de la biósfera. En sus más temibles depredadores. Ese éxito, claro está, vino acompañado de sorprendentes efectos secundarios. De nuestros poderosos cerebros parece haber emergido una tercera vía al deseo, tan poderosa que incluso es capaz de hacernos renunciar a nuestros instintos primarios. Se trata de la cultura.

La cultura es aquello que, para bien o para mal, nos permite disfrutar de un amargo café o una cerveza generosa en lúpulo, a pesar de que instintivamente asociamos lo amargo con lo venenoso (la mayoría de los venenos naturalmente presentes en la naturaleza lo son). Es así como los niños no disfrutan de esas bebidas, pero sí disfrutan de lo dulce: el azúcar los cautiva, ya que sus papilas gustativas detectan la presencia de calorías, energía a disposición de su metabolismo. La cultura puede incluso hacernos renunciar a la reproducción, como en el caso del celibato. Es una fuente interminable de placer, pero también de tragedia, de engaño, de destrucción. Para explicar esta aparente contradicción, Richard Feynman solía citar un proverbio budista: “A cada hombre le es dada la llave de las puertas del cielo. La misma llave abre las del infierno”. Feynman se refería al valor de la ciencia, pero la frase puede extenderse a toda la cultura. Toda esa masa heterogénea de conocimientos, costumbres e invenciones, y muy en particular, las joyas de la corona, las ciencias y las artes, nos distinguen de modo ostensible de cualquier otra organización de materia que hayamos encontrado en el universo observable.

Es difícil segregar, clasificar la geografía de esta cultura. Ni siquiera la distinción entre arte y ciencia siempre es clara. Después de todo, las teorías científicas no son descubrimientos, como muchos sostienen. Son invenciones que nacen con la misma libertad que la más inspirada de las sinfonías. En una memorable clase magistral que dictó en 1933 en Londres, Albert Einstein sostuvo que las leyes fundamentales de la física no se pueden deducir racionalmente, sino que eran “invenciones libres de la mente humana, que no admiten justificaciones a priori…”. Por supuesto, a distinción de las artes, la ciencia debe, en una segunda etapa, utilizar la razón para obtener conclusiones que puedan ser contrastadas con la experiencia. A pesar de esta subordinación al experimento, es un hecho que las ideas fundamentales que se proponen en ciencia son cada vez más fantásticas, más ajenas al sentido común, precisamente porque intentan describir realidades cada vez más remotas, ya sea por pertenecer a las entrañas microscópicas de la materia, o a las inmensidades inabarcables del cosmos.

Pero no sólo es difícil clasificar la cultura, es además peligroso para su buena salud. En los colegios desde pequeños nos hacen elegir entre planes científicos o humanistas, cuestión que es absolutamente arbitraria. En mi caso, como físico, no me siento más cercano a un bioquímico que a un filósofo. Quizás incluso me siento más cercano a un músico que a los dos anteriores: escucho más música de lo que leo sobre biología, y mis conocimientos musicales, si bien a distancias siderales de cualquier experto, son mayores que los que tengo sobre química orgánica. ¿Quién es entonces responsable de esta arbitraria e irresponsable división de la cultura? Nadie en particular. La cultura se hace sus propias zancadillas.

No es sorpresa entonces que existan hombres y mujeres que se aventuran a cruzar las artificiosas fronteras del conocimiento. El interés, la curiosidad, el amor por la naturaleza y por la belleza, el vértigo hacia el despeñadero de la ignorancia, la excitación ante la página en blanco son comunes a cualquier área de la cultura. Por eso, tampoco es de extrañar que un científico se interese en las artes, como no lo es que un escritor se interese por la física. O un escultor por la historia. No hay muros cuando hay deseo. Lo que generalmente no hay, claro está, es tiempo para hacer con honestidad y prolijidad un buen trabajo en áreas diversas. Einstein mismo era un gran intérprete de violín, le dedicaba muchas horas, incluso ofrecía recitales, pero estaba lejos de la perfección de un profesional. Otros, como Brian May, dejan la astrofísica para dedicar su vida al rock, y luego tardíamente regresan.

La práctica de la ciencia, como la de toda actividad cultural, es más que un oficio. Su principal motor no es el intercambio de bienes, la generación inmediata de valor, sino que la búsqueda de esa tercera vía hacia el placer más sublime. Esta búsqueda es crucial más allá de nuestra cotidianidad laboral, seamos o no seamos profesionales de la cultura. Porque una vida dedicada solo a la maximización de bienes es tristemente infantil: está perdiéndose la mejor parte del universo para quedarse solo con el azúcar.

¿Sugerencias?

Todo el año puedes contactarte con:

 

 


Miguel Pérez Valdivia

Director de carrera Intérprete en jazz y Música Popular

 

 

Sebastián Vergara Domínguez

Director de carrera Composición Musical

 

 

Manuela Oyarzún Grau

Directora de carrea Teatro Musical

 

Mail: secretariaacademica@projazz.cl

Video Bajo el Sol – Celeste Shaw & David Deflores – Arreglo vocal

Compartimos el video “Bajo el Sol” de la profesora de canto Celeste Shaw & David Deflores en compañía de nuestras ex alumnas Natalia Ramirez, Javi Vinot, Francisca Schmidt y Julia Grisenti.

 

 

Bajo el Sol

Música: David Deflores

Letra: David Deflores y Celeste Shaw

Grabación en Plano secuencia de video y audio

Producción y Concepto: David Deflores y Celeste Shaw

Arreglo de voces: Celeste Shaw y Diego Calderón

Locación: Celeste Shaw

Dirección, fotografía, coreografía : Claudio Puebla

Color: Claudio Puebla

Audio : Rodrigo Batarce

MIx: Antu Sekai

Cantoras :

Natalia Ramirez
Javi Vinot
jazmín Gomez
Rosario Lircay
Manuela Paz
Francisca Schmidt
Stefania Tomarello
Julia Grisenti

Catering: La Fraternal

Video Clip Original filmado en Valparaiso https://youtu.be/0C-E-xJLmvE

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