El hombre que dirige la sección del Festival de Cannes que le ha dado más visibilidad a las películas chilenas en la última década enfrenta su último año en el cargo, y analiza la producción nacional y del mundo.
A 250 metros hacia el este del moderno Palais des Festivals et des Congrès de Cannes se ubica una magnífica construcción que parece salida de un imaginario túnel del tiempo. Es la galería de arte La Malmaison, un vestigio impecable de lo que fuera el Grand Hôtel de 1863, durante muchos años el único alojamiento de lujo en el balneario de la Costa Azul. Ahí, todos los años, durante dos semanas del mes de mayo, el arte plástico deja paso a una distintiva muestra paralela del Festival de Cannes que para muchos críticos y cinéfilos del mundo a menudo es superior a la glamorosa Selección Oficial de la muestra. Es la llamada Quincena de Realizadores, el encuentro nacido bajo el impulso de Mayo del 68 y que desde hace una década viene siendo la gran ventana del cine chileno en Francia.
Fundada por la Sociedad de Realizadores de Cine (SRF, Société des Réalisateurs de Films), la Quincena es en rigor un festival aparte, con sus propias reglas, sus propios directores y su particular estilo de vida: más pausado, menos predecible, más radical, casi siempre más jugado. Tiene una gran sala de proyección ubicada en los pisos subterráneos del adyacente hotel Marriott (ex Palais Stéphanie) y en esa sala será donde el miércoles reciba un homenaje Martin Scorsese, quien nació al mundo en la Quincena, cuando su cinta Calles peligrosas (1973) se exhibió ahí.
Como Scorsese, son numerosos los cineastas de alcance mundial que han debutado acá. Ahí llegó un experimental George Lucas antes de Star Wars con TXH 1138 (1971), un desconocido Werner Herzog con También los enanos empezaron pequeños (1970), un provocador Tobe Hooper con La masacre de Texas (1974) antes de Poltergeist o un sorprendente Spike Lee con She’s gotta have it (1986) antes de Haz lo correcto.
Desde un principio el mandato de Jean-Luc Godard, François Truffaut o Costa-Gavras (algunos de los cineastas que objetaron el Festival de Cannes en Mayo del 68, a la luz de los acontecimientos del país) fue que la sección estuviera dedicada a un cine nuevo, revolucionario, sin los nombres de siempre. Cincuenta años después esta visión se mantiene más o menos incólume y la Quincena sigue proyectando nuevas voces y abriéndose a nuevos ámbitos.
En ese contexto, el cine chileno ha sido privilegiado: desde 2008, cuando se exhibió con éxito Tony Manero de Pablo Larraín, la presencia de la producción local ha sido muy bien recibida. Las películas más ambiciosas de Larraín (No y Neruda) han tenido ahí su estreno, pero también Navidad de Sebastián Lelio y, por supuesto, La danza de la realidad y Poesía sin fin, los filmes que marcaron el regreso de Alejandro Jodorowsky al cine tras 30 años de ausencia. En esta muestra se dio también el largometraje póstumo de Raúl Ruiz, La ventana de enfrente, y además El verano de los peces voladores, el debut en ficción de Marcela Said. Y acá se estrenó Allende, mi abuelo Allende, por el que Marcia Tambutti Allende ganó el premio L’Œil d’Or a Mejor Documental, que entrega Cannes año a año.
“Han sido siete años de duro trabajo”, dice a Culto Edouard Waintrop (65), el delegado general de la Quincena de Cannes, festival que comienza el martes. Este es su último período al mando de la sección después de que la SRF nombró al italiano Paolo Moretti, quien asumirá en 2019. “No fue mi idea dejar la muestra, pero tampoco puedo decir que esté triste. Siete años es bastante”.
¿Cómo ha percibido la evolución del cine chileno?
Creemos que Chile es un lugar mayor dentro del cine latinoamericano, que es actualmente además un gran continente para el cine mundial. No lo digo sólo por Pablo Larraín, sino que por Marcela Said o por directores que incluso no han sido seleccionados en la Quincena, como Fernando Guzzoni (Jesús).
¿Qué logros en particular destacaría en su período al frente de la Quincena?
Es difícil para mí contestar esa pregunta. Aún así creo que a la larga estamos orgullosos de haberle dado espacio a nuevos talentos como Chloé Zhao (The rider), Damien Chazelle (Whiplash) o Miguel Gomes (Las mil y una noches), pero también de llevar a una audiencia mayor filmes de Larraín comoNeruda y No. Y estamos muy contentos de haber presentado un nuevo y maravilloso lado cómico de Bruno Dumont (El pequeño Quinquín) desde el año 2014.
Varios cineastas, entre ellos Pablo Larraín, han dicho que prefieren la Quincena a la Selección Oficial, ¿Por qué?
Creo que el público que asiste a nuestra sala es más amplio y recibe mejor a los cineastas que en otras secciones del Festival. Y puede que nosotros seamos también más acogedores que en otras secciones.
¿Cree que la Quincena de Realizadores sigue animada por el mismo interés de renovación que hizo posible su creación hace 50 años?
Siempre es un buen lugar para mostrar las nuevas direcciones que está tomando el cine. Por lo demás, estoy seguro de que la Competencia Oficial ha considerado nuestras elecciones durante todos estos años.
¿Ve una contradicción entre cine y Netflix? ¿O no es tan en blanco y negro?
Veo una contradicción entre el cine que se puede ver en las salas y el cine que se ve en Netflix. Pero, por otro lado, hoy Netflix es el medio en que el público del mundo puede ver el cine que se hace en todas partes y que no llega a salas de sus países debido a la mala distribución de películas. Además, en este momento es en Netflix o en otras plataformas donde algunos de los mejores cineastas están trabajando (Scorsese, Soderbergh, Jeremy Saulnier, Anurag Kashyap). Por lo tanto algún tipo de compromiso debe hacerse al respecto.
Fuente: http://culto.latercera.com/2018/05/05/gael-garcia-bernal-chile-lugar-mayor-del-cine-latinoamericano/